miércoles, 17 de junio de 2009

Lutis II

Continuación del artículo "Homosexualidad en el Islam" de Abdennur Prado:


Frente a la conciencia de la unión se sitúa el sueño de la segregación, territorialización de lo masculino y de lo femenino en ámbitos perfectamente separados. Este sueño es el fanatismo de los que se niegan a reconocer su propia feminidad. De ahí las estructuras jerárquicas enteramente masculinas habituales en diferentes religiones. Esta es la enfermedad de los guardianes de la fe, los representantes de Dios sobre la tierra. En relación a la homosexualidad, no pueden aceptar que Dios haya creado un ser que se les presenta como híbrido, y que rompe sus esquemas dualistas. Un ser físicamente hombre y espiritualmente mujer: esto parece contradecir el orden perfecto de las cosas, la utopía de un orden estático y sin mezcla. Y sin embargo es todo lo contrario: la homosexualidad es un signo, que viene a poner al descubierto que las diferencias entre lo masculino y lo femenino no son tajantes, que todas las criaturas participan de ambas cualidades. Lo femenino y lo masculino no pueden ser acotados en base a distinciones físicas: hay un carácter masculino de la mujer y una feminidad en el hombre.

En realidad, establecer los roles según la apariencia física conduce a graves desequilibrios: ¿qué importancia puede tener que alguien tenga pene si no desea a una mujer? En las épocas de represión, muchos homosexuales se casan con mujeres para salvar las apariencias, llevando a uno y otro cónyuge a vivir en la infelicidad y frustración de sus apetitos naturales. Lo importante del matrimonio es consumar la unión (sexual, intelectual, afectiva) entre complementarios. Desde este punto de vista, la unión entre un homosexual y una mujer es lo verdaderamente anti-natural, no conduce a la satisfacción mutua de los cónyuges.

La homofobia en nombre de la religión es una constante, tanto entre cristianos, como budistas, hinduistas, musulmanes… A las declaraciones del Papa hay que sumar las del Dalai Lama, en la revista Odissey:

Los órganos sexuales han sido creados para la reproducción entre el elemento masculino y el femenino. Toda desviación a eso es inaceptable. La homosexualidad es mala.

Claro que en el mundo islámico es donde se llevan la peor parte, a causa de la pervivencia de legislaciones pretendidamente religiosas.

Según Human Rights Watch, a principios del siglo XXI existen 83 países donde la homosexualidad está explícitamente condenada por la ley, 26 donde el islam es mayoritario. Entre ellos casi todos los miembros de la Liga Árabe. En algunos países la condena por sodomía (liwat) es la pena de muerte: Arabia Saudí, Irán, Mauritania, Sudán, Yemen y Afganistán. Aunque en la mayoría de los casos la pena no se aplica, conocemos casos de homosexuales ejecutados en los últimos años en Irán, Arabia Saudí y en el Afganistán de los talibanes.

En otros lugares, la condena para los homosexuales es la cárcel. En Malasia, el artículo 377 del código penal castiga con 10 años de prisión las “conductas antinaturales”, y hasta 20 años de cárcel en caso de “penetración entre hombres”. En Pakistán y en Bangla Desh, el código penal equipara la homosexualidad a la zoofilia, y puede reportar hasta diez años de cárcel. En Siria y en Jordania la pena es de cinco años, y en Marruecos, Túnez, Argelia, Irak y Kuwait, de hasta tres años. Aunque en muchos de estos países existe “tolerancia de facto”, estas leyes se mantienen como una amenaza.

Siendo el problema judicial gravísimo, no lo es menos el cultural. La homofobia se extiende como un cáncer entre los musulmanes. El islam, que durante siglos fue signo de justicia y de progreso, ha sido transformado en una religión retrograda y cruel hacia las minorías. Los jóvenes musulmanes que desprecian y hacen la vida imposible a los homosexuales en muchos lugares del mundo islámico no saben que con su actitud están destruyendo una tradición de siglos. Aquí, como siempre, la ignorancia es la culpable de una situación penosa, una ignorancia fomentada por prestigiosos alfaquíes, instituciones y universidades a través de las cuales se fomenta la ignorancia y la repetición mecánica de dogmas.

La persecución de los homosexuales en el mundo islámico es muy reciente, y tiene que ver con la colonización y la influencia de occidente. Existen innumerables pruebas de que hasta la colonización la homosexualidad era plenamente aceptada. Durante las primeras décadas del siglo XX, el Magreb fue un “paraíso para los homosexuales”, que huían de la puritana Europa en busca de la libertad sexual que se vivía en tierras del islam. En Marruecos, la homosexualidad es considerada un delito tan solo desde 1972, y esto a causa de la influencia Saudí. En Indonesia (el país con más musulmanes en el mundo) jamás ha estado prohibida, siendo la escuela shafi’í mayoritaria.

La aceptación de la homosexualidad en la historia del islam está ampliamente documentada, en diferentes épocas y territorios. No era algo oculto o marginal, sino aceptado socialmente. Los estudiosos occidentales de la homosexualidad han destacado con asombro la actitud mostrada hacia este tema en dar al-islam. Merece destacarse la visión de John Boswel sobre la homosexualidad en al-Andalus de sus obras Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad y Las bodas de la semejanza.

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